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¿Se puede Monetizar la Gratitud?

No importa el dinero que se invierta, lo importante es el cómo se hace

Antes de empezar con este relato, compartiré la respuesta al título de este artículo: SI. Sin embargo, el propósito de este escrito no es justificar la monetización y la conversión de la gratitud en números, el objetivo se basa en comentar el cómo, es decir, no importa el dinero que se invierta, lo importante es el cómo se hace, porque algo que hemos encontrado en conjunto con la Fundación Red Gratitud es que debemos pensarnos la manera en que hacemos responsabilidad social, hemos comprendido que también para dar se necesita un plan y una estrategia.

Esta historia comienza un lunes en la fría madrugada Bogotana, nos encontramos en una estación de gasolina donde nos enrutamos para el municipio de Tena, Cundinamarca, un pueblo a unos 90 minutos por la salida sur occidente de la ciudad de Bogotá. Enrutamos el navegador y luego del tiempo de recorrido, giramos hacía una zona rural, un lugar que popularmente se conoce como un caserío de casas hechas con madera, tejas de aluminio, viviendas humildes con muchos perros y algunas vacas, al pasar unos 2 km y según el navegador afirmamos: “HEMOS LLEGADO A NUESTRO DESTINO”, llamamos a nuestra anfitriona, le comentamos nuestra ubicación y algunas características del lugar, de inmediato se escuchó una voz de preocupación por parte de ella: “SE PASARÓN, MI CASA ES AMARILLA, SE PASARÓN 20 MINUTOS” de inmediato regresamos por la misma vía pero en sentido contrario, recapacitamos acerca de la importancia de comunicarnos y comprendimos que justamente alimentamos nuestra propia expectativa, porque cuando nos hablan de Colombia rural, automáticamente se piensa en pobreza o precariedad.

Pasaron los 20 minutos y por la vía principal vía la Mesa, llegamos a la casa amarilla, una mujer con alrededor de 35 a 40 años y una niña de 10 años bajaron del segundo piso de la casa, un lugar acogedor con un color vivas. Pareciese que hubiésemos llegado a América, nos sentimos como Cristobal Colón y ellas con sorpresa en sus ojos y brillo en los mismos nos trataron como la misma realeza inglesa, se percibía la preparación con que nos habían esperado y la esperanza de nuestro arribo al lugar, de inmediato nos hicieron seguir, se disculparon por su humilde morada (no sé el afán del colombiano de disculparse por lo que tiene, siempre he pensado que en todo momento debemos estar orgullosos de lo que somos) de inmediato le hicimos saber que no debía disculparse, que nosotros estábamos agradecidos por su invitación y hospitalidad, se enrojeció y de inmediato fue a la cocina a servirnos desayuno y un buen café, no nos dejo ni llegar y nos brindó lo que tenía, no lo que le sobraba, nos sentimos como en casa, nos hizo sentir bienvenidos.

Luego del desayuno, empezamos a hablar, nosotros a comparación de los colonos españoles del siglo XV no veníamos por oro, veníamos por galletas, algo que después comprendimos que podía valer más que el mismo metal precioso. ¿Cómo empezó la idea? Preguntamos, ella respondió: no quiero llorar contando esto, pero voy a intentar:

-Hace unos años, en un momento familiar difícil, acudí a Formemos, mi hija es apoyada por la fundación, allá conté lo que pasaba, los momentos de violencia en su hogar y de cómo se sentía, y dentro de esta conversación salió la idea de vender algo y ser emprendedora, de inmediato acudí donde un amigo panadero y el me enseño como hacer mis galletas, una familiar me regalo un dinero y compre un horno de segunda que es más para pizza pero igual lo ajuste para mis galletas. Mi hija contó este sueño en Formemos y sin esperarlo dijo que su sueño era verme a mi feliz con mis galletas y creo que por eso ustedes están aquí- .Se le iluminaron los ojos, supongo que sonrío, no lo vi por el accesorio de modas de la actualidad, el tapabocas. 

Nos enseñó como las hacía, se levantó a las 4:00 am para darnos una muestra frescas para nosotros, también nos enseño el horno, nos mostró el aviso que utilizaba y algunos temas del precio y la presentación, lo que para algunos sería una galleta, para ella y para nosotros era un estilo de vida, una oportunidad, un gesto de agradecimiento, un claro ejemplo de como una tempestad en la vida nos puede edificar como personas y nos saca lo mejor de nosotros mismos, con recursos emocionales con los que podemos llevar una vida mejor, nos comentó:

-Mi sueño es poder vivir de mis galletas y tener una vida mejor para mi hija y para mi-

La visita se terminó, en el camino para Bogotá pensábamos en la enseñanza de esta mujer y su hija, pensamos en dar el dinero para que logrará continuar con sus planes, pero entre ideas reflexionamos en que dar dinero no es lo mismo a gestionar y apoyar en realidad, nosotros teníamos el conocimiento en ACELERAR SU ÉXITO, en nuestra red contamos con profesionales con el talento de vender hasta una bodega, por qué no dar este conocimiento de ser expertos y gestionar una manera distinta de pensar la “caridad”, enseñar a hacer es mucho más poderoso, porque el conocimiento no se acaba como el dinero y es el único intangible que se puede monetizar. 

Una semana después de la primera visita, luego de pensar, planear, revisar nuestro presupuesto y las donaciones de más de 300 personas, logramos lo que para muchos es un imposible, logramos convertir un aporte mínimo individual, en un valor con 6 ceros a la derecha, demostrando una vez más que juntos somos más fuertes, compramos un horno semi industrial en acero inoxidable, una batidora industrial con todos sus accesorios y materia prima para hacer más de 2000 galletas, me gustaría tener más palabras para describir lo que sentí, pero creo que me quedo con la palabra mas acorde de esta historia: Gratitud.

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